lunes, 13 de mayo de 2013

Nevado de Ruiz


Tragedia de Armero



Desde principios de noviembre de 1984, los geólogos notaron un incremento en el nivel de la actividad sísmica cerca al Nevado del Ruiz; así como otros indicios de la erupción que se aproximaba, tales como el aumento de la actividad de las fumarolas, el depósito de azufre en la cumbre del volcán, y pequeñas erupciones freáticas. Al final, el magma caliente entró en contacto con el agua, resultando en explosiones debidas a la casi instantánea evaporación del agua. El más notable de esos eventos fue la expulsión de ceniza el 11 de septiembre de 1985. La actividad del volcán se redujo en octubre de 1985, siendo la elevación del magma en el nuevo edificio volcánico, antes de septiembre de 1985, la explicación más probable de los acontecimientos.
Una misión vulcanológica italiana analizó muestras de gas provenientes de fumarolas a lo largo del suelo del cráter Arenas, obteniendo anhídrido carbónico (CO2) y anhídrido sulfuroso (SO2), lo que indicaba una liberación directa de magma a la superficie del medio ambiente. De acuerdo a las consideraciones del informe de la misión, publicado el 22 de octubre de 1985, el riesgo de lahares era muy alto. Además, en el informe se recomendaron varias técnicas de preparación sencillas para las autoridades locales.
En noviembre de 1985, la actividad volcánica se incrementó una vez más, conforme el magma se acercaba a la superficie. El volcán empezó a lanzar grandes cantidades crecientes de gases ricos en azufre, principalmente anhídrido sulfuroso; el contenido de agua de las fumarolas se redujo, y las fuentes de agua cercanas se enriquecieron en magnesio, calcio y potasio lixiviados del magma. Las temperaturas del equilibro termodinámico (energía térmica estacionaria), correspondiente a la composición química de los gases descargados, fue de 200 °C a 600 °C. La extensa desgasificación del magma causó un aumento de la presión dentro del volcán, lo que finalmente dio origen a una erupción explosiva.

Erupción y lahares



El Nevado del Ruiz hizo erupción a las 9:09 pm del 13 de noviembre de 1985, expulsando tefra dacítica a más de 30000 km en la atmósfera.La masa total del material erupcionado, incluyendo magma, fue de 35 millones de toneladas, únicamente el 3% de la cantidad que expulsó el St. Helens en 1980. La erupción alcanzó el nivel 3 en el índice de explosividad volcánica. La masa de anhídrido sulfuroso expulsada fue de aproximadamente 700.000 toneladas, o cerca del 2% de la masa del material sólido expulsado, haciendo que la erupción fuera atípicamente rica en azufre.
La erupción produjo flujos piroclásticos que fundieron los glaciares y la nieve, generando cuatro lahares que corrieron por las vertientes del volcán; también destruyeron un pequeño lago que podía ser observado en el cráter Arenas varios meses antes de la erupción. Dado que el agua de los lagos volcánicos suele ser extremadamente salada y contener gases volcánicos disueltos, la composición ácida del lago, así como su calor, aceleró la fusión del hielo; este efecto fue confirmado por las grandes cantidades de sulfatos y cloruros encontrados en el lahar.


Los lahares, conformados por agua, hielo, material pirocástico incandescente piedra pómez, arena, lodo y otras rocas, se mezclaron a medida que avanzaban cuesta abajo. Continuaron su trayecto a una velocidad promedio de 60 km/h erosionando el suelo, arrastrando rocas y destruyendo la vegetación. Luego de descender miles de metros, los lahares se dirigieron a los seis ríos que drenan el volcán. Una vez en sus valles, los lahares crecieron a casi cuatro veces su tamaño original. En el Río Gualí, un lahar alcanzó un ancho máximo de 50 m.
Uno de los lahares virtualmente borró la pequeña área urbana de Armero, en Tolima, que se asentaba sobre el valle del Lagunilla. Únicamente sobrevivió la cuarte parte de sus 28.000 habitantes. El segundo lahar, que descendió por el valle del Chinchiná, mató a cerca de 1.800 personas y destruyó cerca de 400 casas en Chinchiná. En total, más de 23.000 personas perdieron la vida y otras 5.000 resultaron heridas, y más de 5.000 hogares quedaron destruidos. La tragedia de Armero, fue el segundo desástre volcánico más mortífero de su siglo, siendo sobrepasado por la erupción del Monte Pelée en 1902. y el cuarto en toda la historia conocida. También es el lahar más mortífero del que se tiene conocimiento, y el mayor desastre natural de Colombia.

La pérdida de tantas vidas, se debió al hecho de que los científicos nunca precisaron cuándo ocurriría la erupción, y por que las autoridades gubernamentales, no tomarían medidas costosas en prevención, sin una clara advertencia de peligro. Por otro lado, como la última erupción se había producido 140 años atrás, ya no existía en la memoria de los pobladores y para muchos fue difícil aceptar el peligro que representaba el volcán, que los habitantes conocían como el león dormido. Los mapas de amenaza que mostraban al Municipio de Armero inundado por completo, fueron distribuidos un mes antes de la erupción, pero el Congreso de la República criticó a los científicos y a las agencias de defensa civil por su alarmismo. Las autoridades locales fallaron al alertar a la población sobre la seriedad de la situación, con el alcalde y el párroco de Armero tranquilizando a la población tras una erupción de cenizas en la tarde del 13 de noviembre y la subsecuente lluvia de cenizas en la noche. Otro factor fue la tormenta de esa noche, que causó cortes de electricidad, dificultando las comunicaciones. A pesar de que los oficiales de defensa civil de cuatro pueblos cercanos intentaron advertir a Armero del lahar que se aproximaba y llegaría en una hora o menos, no lograron establecer contacto por radio.

Luego de la catástrofe, los científicos analizaron la información previa a la erupción y notaron que habían ocurrido varios sismos de periodo largo, que empezaban fuertes y se iban atenuando lentamente. El vulcanólogo Bernard Chouet dijo que "el volcán estaba gritando 'estoy a punto de estallar'", pero los científicos que estaban estudiando el volcán en el momento de la erupción no tenían la experiencia para leer estas señales.


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